El joven que regresó a la vida gracias a la bicicleta

A los 28 años, Julio ya superó un problema de obesidad, un infarto y un atropellamiento. Está seguro que la bici fue lo mejor que le ha pasado no solo para su salud, sino para hacer amigos y habitar una ciudad diferente a donde nació

Por:

Nazul Aramayo

Fotos: Nazul Aramayo

Andar en bici es vivir, es el lema de Julio Turrubiates. Y al verlo sonreír, avanzando sobre dos ruedas a un lado de los coches o encabezando una rodada nocturna con sus amigos, le crees porque su saludo contagia energía.

Y quizá verlo con esa actitud desenfadada y alegre, recorriendo decenas de kilómetros al día de un lado a otro de la ciudad, uno podría ignorar que este joven de 28 años tiene apenas tres años usando la bicicleta como su medio de transporte y que su cuerpo sostenido por un par de piernas macizas antes superaba los cien kilos y que por un instante su vida se apagó por un infarto.

Me compré una bicicleta y yo creo que ha sido lo mejor que me ha pasado”, confiesa. “Mi ámbito nunca fue el deporte, nunca fue nada de eso, siempre me mantuve en mi trabajo, muy enfocado, pero andar en bici es vivir”.

Julio trabaja como chef en un restaurante en el norte de Saltillo. Él vive a más de 12 kilómetros de distancia hacia el sur; es decir, que todos los días suma al menos 24 kilómetros entre bajadas y subidas por la ciudad. Pero su trayecto continúa porque algunos días sube más kilómetros para ver a sus amigos cerca de la Narro y otras noches participa en rodadas urbanas con colectivos ciclistas como Mitoteros y Lentos pero imparables.

Aunque “la bicicleta es un corazón no solamente para nosotros como personas que nos ayuda, sino también ayuda al medioambiente”, Julio ha sufrido dos incidentes importantes andando en dos ruedas: un infarto y un atropellamiento.

El primero ocurrió hace dos años sobre el bulevar Venustiano Carranza y desencadenó un problema de depresión porque temporalmente tuvo que abandonar la bicicleta y el ejercicio. El segundo caso fue hace casi un año, una camioneta lo arrolló y mandó al hospital. 

“Espero que a nadie le suceda”, dice ahora sin perder el ánimo, “pero lo bueno fue el compañerismo, tener buenas amistades dentro del ciclismo, respetarnos y darnos el apoyo”.

Julio nació en Tamaulipas y tiene cinco años viviendo en Saltillo. Jamás pensó que la bicicleta lo haría sentir en casa, que lo llevaría a conocer tantas personas y lugares dentro de la ciudad. Pese a las malas experiencias, Julio no deja de sonreír y saludar cuando anda en bici: “te hace una persona más amigable, te saca una chispa muy positiva el dar los buenos días, buenas tardes, buenas noches. Todos son amigos de un ciclista”.