Fotos: Cortesía de Comunicación Social del Instituto Zacatecano de Cultura (IZC)
Lo que une la música, que no lo separe la vida loca. Sin ese sonido que emerge del infierno o de la noche tropical o del corazón humano, ya muchos habríamos regresado al silencio primigenio. Milagro o inercia.
Cuando Li Saumet, vocalista de la banda colombiana Bomba Estéreo, saltó al escenario decorado con hongos gigantes y flores, cantando “Sintiendo”, en medio de sonidos cumbiamberos y psicodélicos y humo de mariguana exótica entre el respetable, nosotros –su público– bailamos hechizados y continuamos así sin parar con el arsenal de tracks como “Fuego”, “To my love”, “Fiesta” y “Ojitos lindos”, una pieza para el disco “Un verano sin ti”, de Bad Bunny, pero en la noche zacatecana del domingo 31 de marzo, la voz del Conejo Malo sonó pregrabada y coreada por miles de fanáticos principalmente jóvenes en ropas multicolores.
Tomé de la mano a mi novia y bailamos y no hubo necesidad de palabras para comprender que nos movía el mismo latido enloquecido. Así puede sonar la felicidad, entre aires de Semana Santa y Li Saumet oficiando un ritual electrónico con un palo santo encendido y pidiendo que brinquemos y liberemos las malas vibras en la explanada de la Plaza de Armas, junto a la Catedral Basílica de Nuestra Señora de la Asunción.
Algo similar ocurrió la noche siguiente, pero entre voces guturales, guitarras distorsionadas y sintetizadores orquestales de Postnecrum, una banda local de black metal sinfónico con más de dos décadas de trayectoria. En vez de saltos buena ondita, se armó el mosh pit, ahora con un público vestido de negro, chaquetas de cuero y playeras de bandas metaleras, sobre todo de Therion, el plato fuerte del lunes 1 de abril en el Festival Cultural Zacatecas 2024.
“Para nosotros es un sueño estar aquí”, dijo el vocalista Lord Necrum. Asentí, con los ojos aguados, un rugido, la mano cornuta al frente y con mi corazoncito lagunero hinchado de alegría y tinieblas. Qué buen sonido proviene del infierno cuando estás junto a la persona que hace de tu vida un paraíso.
Y sé que no era el único que gozaba junto a su pareja, miles rugían, golpeaban y agitaban la melena con rolas como “Un breve resollar”, “Necrosis maniaca”, “Deidad de sangre” y “Más allá de la muerte”.
Si el black metal de Postnecrum llenó de energía a los miles de profanos congregados a un costado de la catedral de Zacatecas, el metal sinfónico de Therion y sus invocaciones mitológicas exprimieron la nostalgia de quienes empezamos a escuchar rock en la secundaria y encontramos un gusto, un refugio o una comunión que la vida cotidiana no podía darnos.
“Zacatecas will burn by Sorath’s flame”, gritó el líder de la banda sueca, Cristofer Johnsson, después de rolas como “The birth of Venus illegitima”, “Lemuria”, “Leviathan” y “Ginnungagap”, con un recorrido que abarcó 37 años de trayectoria y que cerró la primera parte de su gira 2024 con un encore de piezas clásicas: “The rise of Sodom and Gomorrah”, del disco “Vovin” de 1998, y “To mega Therion”, de “Theli” de 1996.
Entre gritos y puños al aire, la música era una comunión entre herejes. Porque como dice el dicho: la unión hace la cumbia. Por eso, cuando las sopranos Lori Lewis y Rosalía Sairem levantaban el brazo, nosotros respondíamos con una mano cornuta, y cuando el vocalista Thomas Vikström pedía que marcáramos el ritmo con las palmas, nosotros aplaudíamos, como una sola entidad hechizada.
Y es que la música tiene la magia de, por un instante, dotar de sentido todas nuestras derrotas. Por un momento todo ocurre y culmina en la música. Y la música nos regresa la ilusión de que la vida vale la pena de ser vivida.