Ángel, paletero y albañil que vende en triciclo sus dulces tradicionales

Alguien que se levanta a las 5 de la mañana todos los días para terminar la preparación de dulces de calabaza y camote debe llamarse Ángel. Al igual que los seres alados de los relatos bíblicos, el señor de 60 años vuela pero con los pies: pedalea un triciclo y el movimiento circular lo eleva sobre el asfalto hasta llegar a mercados y fayucas de Torreón y Gómez Palacio en la Comarca Lagunera de Coahuila y Durango.

Tiene una sonrisa serena como su paseo sobre ruedas, inspira tranquilidad aunque a su lado los carros y camiones avanzan raudos y ruidosos, y por debajo, las calles son cráteres que muestran su vocación infrahumana.

Toda pelea es una pérdida, aunque ganes una pelea, terminas perdiendo”, dice el señor Ángel.

Y recuerda cuando tenía alrededor de 48 años y pasaba por una calle angosta de Gómez Palacio, por un lado un tráiler estacionado, y por el otro carros, y entonces una camioneta no se detuvo y terminó golpeando el triciclo por la parte trasera y lo aventó. El conductor, un adulto mayor, se bajó indignado y agredió al señor Ángel, quien prefirió irse con su vehículo averiado.

Desde los 12 años anda en bicicleta. Su familia tenía parcelas en el pueblo de Peñón Blanco, en Durango, y la bici era el vehículo para los trayectos y mandados cotidianos. Ahora, como habitante de la colonia del Cerro de la Cruz en Torreón, Coahuila, la bici sigue siendo su transporte y el triciclo su mueble de trabajo.

En temporada de frío, el señor Ángel vende dulces tradicionales de calabaza, camote y coco (llamadas greñudas) que él prepara con su propia receta, además de churros caseros que compra con un proveedor. 

Su rutina comienza a las 5 de la mañana para terminar la elaboración de los dulces. Sale a vender, y por la tarde empieza el proceso: pela los camotes y las calabazas, los deja remojando en agua durante 6 horas, y luego continúa con más horas de preparación con una receta que aprendió a prueba y error durante dos semanas. 

Ángel tenía alrededor de 10 años vendiendo este tipo de dulces que compraba con un amigo, pero un día le dejó de vender, y buscó con otros proveedores pero pronto elevaron sus precios. Las ganancias disminuyeron a menos que aumentara significativamente el precio, pero la consecuencia fue que cayeron las ventas. ¿Y si él preparaba los dulces? Uno de sus hijos lo animó y mostró una receta en YouTube. No resultó. Pero no perdió el ánimo y ya tiene dos años llevando su sazón a niñas, niños y adultos en mercados como la Alianza, en el corazón de Torreón, y en fayucas como la Cinco de Mayo en Gómez Palacio.

En temporada de calor, el señor Ángel vuela con un triciclo de paletas de una empresa que le brinda seguro social y le mantiene las prestaciones durante el invierno. Y en ocasiones, también trabaja en la albañilería, como años atrás.

La vida, como un paseo en bici, es equilibrio, pero siempre puede ocurrir algo que se atraviese en el camino. “Me sacaron un cuete”, recuerda el señor Ángel cuando un hombre le puso la pistola en la cara, lo asaltó y se llevó el dinero de la venta de un domingo en la fayuca de Gómez Palacio. “La mente vuela”. Él sonríe con tranquilidad. Al final de la jornada regala las pocas bolsas de churros caseros que no se vendieron a los niños que se topa en el camino. Un impulso dulce y secreto lo mueve.

Foto: Nazul Aramayo

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